Es curiosa la estrategia que tomó una familia gallega hace un par de años para poder pagar su hipoteca, elaboró un plan algo enrevesado: se hipotecaron más, invirtieron el dinero de los ahorros de la familia y arriesgaron todo lo que tenían. Ahora no sólo pagan tranquilamente la hipoteca sino que su inversión se ha convertido en su medio principal de vida.
Les pasó lo mismo que a muchas otras familias españolas: empezaron a perder sus empleos, luego se quedaron sin paro y al final la única persona que metía algo de dinero en casa era su hijo mayor, de 23 años, que trabajaba como camarero en el mundo de la hostelería. Sin embargo, ellos decidieron no rendirse y apostar todo lo que tenían. “La hipoteca tenía que pagarse o perderíamos la casa y no nos quedaban muchas opciones así que hicimos caso a una corazonada”, asegura el padre de la familia Antonio Moreno.
La familia al completo se reunió con los padres de él y luego con los de ella, incluso con la hermana pequeña de Antonio y tía de sus hijos, y les propusieron comprar una serie de viviendas antiguas, prácticamente destrozadas, en diferentes pueblos gallegos que estaban teniendo bastante auge en el mundo del turismo rural. Se hicieron con 4 viviendas por un valor medio de unos 30.000 euros cada una y se dispusieron a convertirlas en alojamientos rurales con todas las comodidades del mercado.
Empieza el trabajo
Está empresa de rehabilitación de viviendas en Pontevedra se encargó del trabajo más duro, acondicionar las cuatro viviendas en el menor tiempo posible, porque la familia Moreno necesitaba tener ingresos cuanto antes. Con bloques prefabricados de hormigón de Eiros levantaron las nuevas divisiones de parcelas de dos de las viviendas que, al ser grandes, pudieron convertir en cuatro alojamientos rurales, y por último instalaron placas solares con la ayuda de Eficiencia-V. Tuvieron las casas listas en 6 meses, trabajando a destajo, y empezaron a ganar dinero en dos meses más.
“Dividíamos las ganancias en cuatro partes iguales. Una para mi hermana, otra para mis padres, otra para los padres de mi mujer y otra para nosotros”, nos dijo Moreno. Al principio había meses que no ganaban nada y otros que ganaban 300 euros, pero aguantaron y, a día de hoy, se llevan unos 800 euros por vivienda al mes de media, unos 4800 euros divididos en 4 partes iguales.
“Con los 1200 euros que recibimos al mes, más o menos, podemos pagar la hipoteca (550 euros) y sobrevivir. No es que no queramos trabajar de nada más, mi mujer ha encontrado trabajo de administrativa y yo sigo buscando, pero esto nos da un margen para respirar” cuenta alegre Antonio Moreno sabiéndose afortunado.
La familia está totalmente de acuerdo al afirmar que el alquiler en general, y el alquiler rural en particular, puede ser un negocio rentable, pero son conscientes de que la suerte ha jugado mucho en su favor y, por eso, no alientan a nadie a copiar su método, sólo les dicen que valoren si les merece la pena. “El mejor consejo que podemos dar es que hagan balance de los pros y los contras que puede tener un negocio de estas características y, por supuesto, deben valorar qué es lo que están dispuestos a perder. Lo único positivo que podemos decir con seguridad es que, a nosotros, nos ha ido bien”.