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En el cine, localizar es ahorro

Generalmente son las grandes olvidadas a la hora de valorar el trabajo de producción de una película. Sin embargo, las localizaciones cinematográficas pueden convertirse tanto en un problema, que puede hacer perder mucho presupuesto al director y al equipo de producción, o todo lo contrario, en un gran acierto que se convierta en un valor único del film en cuestión y que, además, sea conseguido por un precio más asequible gracias o bien al conocimiento de un lugar por parte de algún miembro del equipo (muy habitual en rodajes pequeños) o por la contratación del servicio de una agencia de localizaciones.

Con las localizaciones del cine ocurre un fenómeno muy curioso: a menudo recordamos las películas, o fragmentos de ellas, por sus espacios (la escena en la playa de tal o cual obra, la casa en la que ocurre el tiroteo de otra y así un largo etcétera de ejemplos); sin embargo, a la hora de valorar el trabajo de producción, incluso desde la crítica profesional ocurre, no solemos tener tan en cuenta este trabajo de localización para el rodaje que se lleva a cabo antes de efectuar el mismo. Porque para rodar en el espacio en el que terminamos viendo la escena, antes se han visto muchos otros, se ha imaginado cómo quedaría lo que entonces solo es un fragmento de guión y se ha comprobado el precio de rodar allí. No se llega con el equipo y los actores y se empieza a grabar.

El proceso previo al rodaje es largo y, en el caso de la localización y otras fases anteriores, el presupuesto puede suponer la diferencia entre la viabilidad del rodaje o la negación del mismo. Una cosa que al valorar un film tampoco se suele tener muy en cuenta, pero cuyo resultado es primordial para el apartado de producción, que es quien suele manejar las cuentas, tratando de proporcionar la mejor calidad en todos los sectores que componen la película sin perder ni una pizca de calidad o de la esencia que el director le quiere dar a la misma.

¿Te gusta la escena de Lucía y el sexo (Julio Medem, España, 2001) en la que la actriz Paz Vega se acerca hasta un faro en los acantilados? ¿Te enamoraste de la casa de Magical Girl (Carlos Vermut, España, 2014) a la que el personaje interpretado por Barbara Lennie acude en busca de un intercambio de dinero por una serie de prácticas ocultas y un tanto extrañas? Ninguna de estas localizaciones de rodajes llega por arte de magia. Puede ser, como decíamos con anterioridad, que algunas veces el conocimiento de los directores, e incluso de los actores y actrices o algún otro miembro del equipo, puedan llegar a ofrecer la posibilidad de algún lugar extraño y poco conocido, en la que el director pueda rodar la escena que había escrito en su guión, pero no es lo normal. Para encontrar estos espacios, existen empresas de localizaciones, expertas en la contratación de estos lugares para garantizar que la secuencia del guión se rueda en un lugar idóneo para la misma. Y para asegurar que el presupuesto total de la película no se vea alterado por la contratación de un lugar, que acabe siendo un lastre económico para el resto de la obra, y por extensión para el director, que puede incluso acabar poniendo dinero y convirtiendo (si no lo era ya) en productor ejecutivo de su film.

El cine, como todos los negocios y las manifestaciones artísticas, también vive del intercambio económico. Por eso, amortizar una película puede ser la diferencia entre hacer una segunda o no poder volver a filmar en un tiempo. Este es uno de los motivos por los que el ahorro puede convertirse en uno de los éxitos. Las agencias de localizaciones sirven a este propósito en cuanto al tema de los espacios, pero existen otro tipo de empresas que contribuyen a la optimización de recursos en otros ámbitos del film. Casi siempre el éxito de una película pasa por la planificación. Y ahí entra en juego tanto lo artístico como lo económico. En este sentido pagar los plazos del crédito de producción quizás sea lo económicamente más urgente. Ahorrar es crear.

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