Hoy quiero hablaros de algo que he descubierto hace poco y que la verdad es que me ha alegrado gratamente estos días y creo que os puede servir de ayuda o guía a muchos de vosotros que encontráis en la misma situación que en la yo estaba.
Llevaba ya varios años que estaba harta de la cocina de mi casa. Cuando compré el piso esa cuestión no había sido un problema para mí. Tenía muy poco presupuesto para poder adquirir la casa, así que tuve que ceñirme a lo poco que había. Además, lo hice en aquella época en la que los pisos estaban con unos precios por las nubes, por lo que me quedé, como se suele decir, a dos velas. Con el poco dinero que tenía me metí en un apartamento pequeño y viejo y para mí era ya toda una alegría el poder pagarlo.
Con el tiempo fui cogiéndole manía a algunas partes de la casa, especialmente a la cocina, que la veía realmente vieja y obsoleta. No solo era fea, con unos muebles pasados de moda y unos azulejos en la pared y en el suelo que no se debían de instalar desde tiempos inmemorables, sino que además cada vez se estropeaban más y más cosas, desde los fogones del gas, que estaban atascados, hasta la nevera, que en lugar de enfriar ejercía casi de horno.
Seguía sin dinero porque la hipoteca era alta, pero al menos tenía la ilusión de poder cambiarla por completo algún día, así de vez en cuando visitaba diferentes empresas de reformas para coger ideas de lo que me gustaría hacer. Iba haciendo mis planitos y recortaba algunas fotos de las revistas de decoración, pero no podía pagar nada, lo iba dejando a un lado.
El mejor presupuesto me lo dieron en Reformas Martí. La verdad es que un precio bastante ajustado para una obra que realmente tenía muy buena pinta y en plano parecía la mejor solución para el escaso espacio de mi cocina. Pero no se podía, no había dinero.
Hasta que hace unos meses visité a una de mis amigas que se había comprado un piso hacía poco. La casa estaba hecha una basura, necesitaba una reforma sí o sí, pero lo cierto es que merecía la pena comprar la vivienda porque con lo que había bajado de precio los pisos y la ubicación en la que se encontraba era una oportunidad que raramente mi amiga volvería a encontrar.
Pero cuando yo fui a verla había cambiado totalmente. Era un piso súper acogedor y lleno de estilo. Me llamó la atención que mi amiga, con un sueldo similar al mío, pudiese pagar semejante reforma, así que sin ánimo de ofender intenté preguntarle acerca de cómo lo había hecho, si entre ella y el novio se habían ido ahorrando parte de la reforma haciendo algunas labores ellos mismos, como puede ser pintar. Pero su sorpresa me produjo una gran sorpresa y me dio una estupenda idea. Resulta que ellos habían pedido una ampliación de la hipoteca para poder llevar a cabo la reforma. Ni siquiera pagaban más cada mes, sino que habían aumentado los años para terminar de amortizar la deuda.
Ilusionada, acudí al día siguiente al banco que me otorgó el préstamo para preguntar si yo podía hacer lo mismo. Y con todo el dinero que me podían prestar a mayores de lo que ya había pedido, no solo pude pagar la reforma de la cocina, sino también la del baño.
El truco consiste en que cuando a ti te tasan el piso que vas a comprar, el banco te concede una hipoteca sobre, como mucho, el 80 por ciento del valor que el tasador le ha otorgado a tu vivienda. Esa parte que tú has amortizado ya es la que puedes pedir. Por ejemplo, en mi caso, yo había pagado el 20 por ciento del piso al vendedor y ya llevaba otro 30 por ciento pagado de todo lo pedido, por lo que pude ampliar el préstamo en esa 30 por ciento.
En el caso de mi amiga, la operación fue un poco diferente. Ella tenía bastante dinero ahorrado cuando compró el piso, por lo que en realidad, sólo necesitaba pedir apenas un 50 por ciento de la cantidad en la que se lo habían valorado para poder terminar de pagarlo. En lugar de esperar a ahorrar algo más para poder hacer la reforma, pidió la totalidad de lo que le concedían para así tener liquidez para hacer la obra.
Como veis, las hipotecas son siempre una solución, no solo para cuando, por norma general, no tenemos todo el dinero para pagar el piso que queremos comprar, sino también para poder afrontar otros gastos ampliándolas como pueden ser hacer reformas o cambiar de coche.